Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista
sábado, 5 de diciembre de 2009
V. I. Lenin
Discurso sobre el papel del Partido Comunista
23 de julio de 1920
Digitalización: Juan R. Fajardo, enero de 2001 .
Fuente: V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista (Moscú: Editorial Progreso) s/f.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2001.
Camaradas: Quisiera hacer algunas observaciones que guardan relación con los discursos de los camaradas Tanner* y McLaine**. Tanner dice que está a favor de la dictadura del proletariado, pero la concibe de un modo completamente distinto a como la concebimos nosotros. Dice que nosotros entendemos en realidad por dictadura del proletariado la dictadura de su minoría organizada y consciente.
Y en efecto, en la época del capitalismo, cuando las masas obreras son sometidas a una incesante explotación y no pueden desarrollar sus capacidades humanas, lo más característico para los partidos políticos obreros es justamente que sólo pueden abarcar a una minoría de su clase. El partido político puede agrupar tan sólo a una minoría de la clase, puesto que los obreros verdaderamente conscintes en toda sociedad capitalista no constituyen sino una minoria de todos los obreros. Por eso nos vemos precisados a reconocer que sólo esta minoría consciente puede dirigir a las grandes masas obreras y llevarlas tras de sí. Y si el camarada Tanner dice que es enemigo del partido, pero al mismo tiempo está a favor de que la minoría de los obreros mejor organizados y más revolucionarios señale el camino a todo el proletariado, yo digo que en realidad no existe diferencia entre nosotros. ¿Qué representa una minoría organizada? Si esta minoría es realmente consciente, si sabe llevar tras de sí a las masas, si es capaz de dar respuesta a cada una de las cuestiones planteada en el orden del día, entonces esa minoría es, en esencia, el partido. Y si camaradas como Tanner, a los que tomamos particularmente en consideración, por tratarse de representantes del movimiento de masas -cosa que difícilmente se puede decir de los representantes del Partido Socialista Británico, si tales camaradas están a favor de que exista una minoría que luche decididamente por la dictadura del proletariado y que eduque en este sentido a las masas obreras, esa minoría no es, en esencia, otra cosa que el partido. El camarada Tanner dice que esta minoría debe organizar y llevar tras de sí a todas las masas obreras. Si el camarada Tanner y otros camaradas del grupo Shop Stewards y de la organización "Los Trabajadores Industriales del Mundo" (IWW) reconocen esto -y cada día, en las conversaciones con ellos, vemos que en efecto lo reconocen-, si aprueban una situación en que la minoría comunista consciente de la clase obrera lleva tras de sí al proletariado, deben convenir en que el sentido de todas nuestras resoluciones es precisamente ése. Y entonces la única diferencia existente entre nosotros consiste en que ellos evitan emplear la palabra "partido", porque entre los camaradas ingleses existe una especie de prevención contra el partido político. Conciben el partido político algo así como los partidos de Gompers y de Henderson, partidos de politicastros parlamentarios, traidores a la clase obrera. Y si conciben el parlamentarismo como el inglés y el norteamericano de nuestros días, también nosotros somos enemigos de ese parlamentarismo y de esos partidos políticos. Necesitamos partidos nuevos, partidos distintos. Necesitamos partidos que estén en contacto efectivo y permanente con las masas y sepan dirigirlas.
Paso a la tercera cuestión que desearía tratar aquí en relación con el discurso del camarada NicLaine. Este propugna que el Partido Comunista Inglés se adhiera al Partido Laborista. Ya me he manifestado a este respecto en mis tesis sobre el ingreso en la III Internacional. En mi folleto [La enfermedad infantíl del "izquierdismo" en el comunismo], esta cuestión queda pendiente25. Sin embargo, después de hablar con muchos camaradas, he llegado al convencimiento de que la decisión de quedarse en el Partido Laborista es la única táctica acertada. Pero interviene el camarada Tanner y afirma: No seáis demasiado dogmáticos. Esta expresión es totalmente inoportuna. El camarada Ramsay dice: Dejar que los comunistas ingleses resolvamos esta cuestión. ¿Qué sería la Internacional si cualquiera pequeña fracción dijese: Algunos de nosotros estamos favor de esto y otros están en contra; dejadnos que solvamos nosotros mismos? ¿Para qué harían falta entonces la Internacional, el Congreso y toda esta discusión? El camarada McLaine ha hablado únicamente del papel del partido político. Pero esto atañe también a los sindicatos y al parlamentarismo. Es totalmente exacto que la mayor parte de los mejores revolucionarios se oponen a adhesión al Partido Laborista, puesto que están en contra del parlamentarismo como medio de lucha. Por eso, tal vez sea lo mejor someter esta cuestión a estudio de una misión. Ella debe examinarla, estudiarla, y la cuestión debe ser resuelta sin falta en el presente Congreso de la Internacional Comunista. No podemos estar de acuerdo con que esta cuestión afecte sólo a los comunistas ingleses. Debemos decir, en general, qué táctica es la certera.
Ahora me detendré en algunos argumentos del camarada McLaine en torno al problema relativo al Partido Laborista Inglés. Es preciso decir abiertamente: el Partido Comunista sólo puede adherirse al Partido Laborista a condición de que conserve plena libertad de crítica y pueda aplicar su propia política. Esto es lo más importante. Cuando el camarada Serrati habla a este proposito de colaboración de clases yo afirmo esto no es colaboracion de clases. Si los camaradas italianos consienten la presencia en su partido de oportunistas como Turati y Cía., es decir, de elementos burgueses, esto sí que es colaboración de clases. Pero en el caso que nos ocupa, en relación con el Partido Laborista Inglés, se trata sólo de la colaboración de la minoría avanzada de los obreros ingleses con su mayoría aplastante. Son miembros del Partido Laborista todos los afiliados a los sindicatos. Es una estructura muy original, que no encontramos en ningún otro país. Esta organización abarca a cuatro millones de obreros de los seis o siete millones de miembros de los sindicatos. No se les pregunta cuáles son sus convicciones políticas. Que me demuestre el camarada Serrati que se nos impide utilizar allí el derecho de crítica. Cuando lo demostréis, sólo entonces demostraréis que el camarada McLaine se equivoca. El Partido Socialista Británico puede decir con toda libertad que Henderson es un traidor y, sin embargo, sigue dentro del Partido Laborista. También aquí se haceefectiva la colaboración de la vanguardia de la clase obrera con los obreros atrasados, con la retaguardia. Esta colaboración reviste una importancia tan grande para todo el movimiento, que insistimos categóricamentt en que los comunistas ingleses sean el eslabón de enlace entre el partido, es decir, entre la minoría de la clase obrera, y toda la masa restante de los obreros. Si la minoría no sabe dirigir a las masas y vincularse estrechamente con ellas, no es un partido y, en general, no tiene ningún valor, aunque se denomine partido o Comité Nacional de consejos de delegados de fábrica; por lo que yo conozco los consejos de delegados de fábrica en Inglaterra tienen su Comité Nacional, su dirección central, y esto ya es un paso para la constitución de un partido. Por consiguiente, si no se desmiente que el Partido Laborista Inglés está compuesto de proletarios, esto es una colaboración de la vanguardia de la clase obrera con los obreros atrasados y si esta colaboración no se hace efectiva de modo sistemático, entonces el Partido Comunista no ofrece ningún valor, y entonces no se puede hablar de dictadura del proletariado. Y si nuestros camaradas italianos carecen de argumentos más convincentes, tendremos que decidir aquí más tarde y de modo definitivo la cuestión sobre la base de lo que sabemos, y llegaremos a la conclusión de que la adhesión al Partido Laborista es una táctica atinada.
Los camaradas Tanner y Ramsay nos dicen que la mayoría de los comunistas ingleses no se mostrará de acuerdo con la adhesión, pero ¿debemos estar de acuerdo sin falta con la mayoría? De ningún modo. Si la mayoría no ha comprendido aún qué táctica es la acertada, tal vez se pueda esperar. Incluso la existencia paralela de ambos partidos durante cierto tiempo sería mejor que la negativa a responder qué táctica es la certera. Naturalmente, partiendo de la experiencia de todos los miembros del Congreso y sobre la base de los argumentos esgrimidos aquí, no iréis a insistir en que acordemos aquí la creación inmediata en todos los paises de un Partido Comunista único. Esto es imposible. Pero sí podemos apresar abiertamente nuestra opinión y trazar directrices. El j,roblema abordado por la delegación inglesa debemos estudiarlo en una comisión especial, y después de esto del bemos decir: La táctica acertada es el ingreso en el Partido Laborista. Si la mayoría estuviese contra esto, deberíamos organizar aparte a la minoría. Esto tendría una importancia educativa. Si las masas obreras inglesas tienen aún fe en la táctica anterior, comprobaremos nuestras conclusiones en el próximo Congreso. Pero no podemos decir que esta cuestión afecte sólo a Inglaterra: eso sería imiitar las peores costumbres de la II Internacional. Debemos expresar abiertamente nuestra opinión. Si los comunista ingleses no llegan a un acuerdo y si no crean un partido de masas, la escisión será inevitable de uno u otro modo. ***
NOTAS
* Jack Tanner: líder tradunionista inglés. En 1920-21 militó en el Partido Laborista de Gran Bretaña y asistió como delegado al II Congreso de la III Internacional. Más tarde fue miembro del Partido Laborista Inglés.
** William MacLaine (1891 - 1960): socialista y líder sindical inglés. En la decada de los 1920 fue miembro del Partido Comunista de Gran Bretaña, al cual abandonó en 1929. Propugnó el ingreso de los comunistas ingleses en el Partido Laborista. Fue criticado en torno a esa posición, aduciendose que menospreciaba el reaccionarismo de los dirigentes laboristas.
*** En el núm. 5 del Boletín del II Congreso de la Internacional Comunista, la frase final del discurso apareció redactada del modo siguiente:
"Debemos expresar abiertamente nuestra opinión, cualquiera que sea. Si los comunistas ingleses no se ponen de acuerdo sobre la organización del movimiento de masas, si en este terreno se produce la escición, será preferible llegar a la escisión que renunciar a la organización del movimiento de masas. Vale más elevarse hasta una táctica y una ideología bien definidas y suficientemente claras que seguir en el caos anterior". (Nota de la Editorial Progreso)
segundo discurso
V. I. Lenin
Informe de la Comisión para los Problemas Nacional y Colonial
26 de julio de 1920
Digitalización: Juan R. Fajardo, enero de 2001.
Fuente: V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista (Moscú: Editorial Progreso) s/f.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2001.
Camaradas: Me limitaré a una breve introducción, después de lo cual, el camarada Maring, que ha sido secretario de nuestra Comisión, presentará un detallado informe sobre las modificaciones introducidas por nosotros en las tesis. A continuación hará uso de la palabra el camarada Roy, que ha formulado algunas tesis adicionales. La Comisión ha aprobado por unanimidad tanto las tesis originales26, con las correspondientes modificaciones, como las tesis adicionales. Así, pues, hemos conseguido una absoluta unidad de criterio en todos los problemas de importancia. Ahora haré algunas breves observaciones.
Primero. ¿Cuál es la idea más importante, la idea fundamental de nuestras tesis? Es la distinción entre naciones oprimidas y naciones opresoras. Nosotros Subrayamos esta distinción, en Oposición a la II Internacional y a la democracia burguesa. Para el proletariado y para la Internacional Comunista tiene particular importancia en la época del imperialismo observar los hechos económicos concretos y tomar como base, al resolver las cuestiones coloniales y nacionales, no tesis abstractas, sino los fenómenos de la realidad concreta.
El rasgo distintivo del imperialismo consiste en que actualmente, como podemos ver, el mundo se halla dividido, por un lado, en un gran número de naciones oprimidas y, por otro, en un número insignificante de nacione opresoras, que disponen de riquezas colosales y de poderosa fuerza militar. La enorme mayoría de la población del globo, más de mil millones de seres, seguramente mil doscientos cincuenta millones, si consideramos que aquélla es de mil setecientos cincuenta millones, es decir, alrededor del 70% de la población de la Tierra, coresponde a las naciones oprimidas, que se encuentran sometidas a una dependencia colonial directa, o que son semicolonias como, por ejemplo, Persia, Turquía y China, o que, después de haber sido derrotadas por el ejército de una gran potencia imperialista, han sido obligadaspor los tratados de paz a depender en gran medida de dicha potencia. Esta idea de la diferenciación, de la división de las naciones en opresoras y oprimidas preside todas las tesis, no sólo las primeras, las que aparecieron con mi firma y fueron publicadas originariamente, sino también tesis del camarada Roy. Estas últimas han sido escritas teniendo en cuenta, sobre todo, la situación de la India y de otros grandes pueblos de Asia oprimidos por Inglaterra, y en esto reside la enorme importancia que tienen para nosotros.
La segunda idea que orienta nuestras tesis es que, en la actual situación del mundo, después de la guerra imperialista, las relaciones entre los pueblos, así como todo el sistema mundial de los Estados vienen determinados por un pequeño grupo de naciones imperialistas contra el movimiento soviético y contra los Estados soviéticos, a cuya cabeza figura la Rusia Soviética. Si no tenemos en cuenta este hecho, no podremos plantear correctamente ningún problema nacional o colonial, aunque se trate del rincón más apartado del mundo. Sólo partiendo de este punto de vista es cómo los partidos comunistas de los países civilizados, lo mismo que los de los países atrasados, podrán plantear y resolver acertadamente los problemas políticos.
Quisiera destacar de un modo particular la cuestión del movimiento democrático-burgués en los países atrasados. Esta ha sido justamente la cuestión que ha suscitado algunas divergencias. Nuestra discusión giró en torno a si, desde el punto de vista de los principios y de la teoría, eroa o no acertado afirmar que la Internacional Comunista y los partidos comunistas deben apoyar el movimiento democrático-burgués en los países atrasados. Después de la discusión llegamos a la conclusión unánime de que debe hablarse de movimiento revolucionario-nacional en vez de movimiento "democrático-burgués". No cabe la menor duda de que todo movimiento nacional no puede ser sino un movimiento democrático-burgués, ya que la masa fundamental de la población en los paises atrasados la constituyen los campesinos, que representan las relaciones capitalistas burguesas. Sería utópico suponer que los partidos proletarios, si es que tales partidos pueden formarse, en general, en esos países atrasados, son capaces de aplicar en ellos una táctica y una política comunistas sin mantener determinadas relaciones con el movimiento campesino y sin apoyarlo en la práctica. Ahora bien, en este punto se hizo las objeciones de que si hablásemos de movimiento democrático-burgués, se borraría toda diferencia entre el movimiento reformista y el movimiento revolucionario. Sin embargo, en los últimos tiempos, esta diferencia se ha manifestado en las colonias y en los países atrasados con plena claridad, ya que la burguesía imperialista trata por todos los medios de que el movimiento reformista se desarrolle también entre los pueblos oprimidos. Entre la burguesía de los países explotadores y la de las colonias se ha producido cierto acercamiento, por lo que, muy a menudo -y tal vez hasta en la mayoría de los casos-, la burguesía de los países oprimidos, pese a prestar su apoyo a los movimientos nacionales, lucha al mismo tiempo de acuerdo con la burguesía imperialista, es decir, al lado de ella, contra todos los movimientos revolucionarios y las clases revolucionarias. En la Comisión, este hecho ha quedado demostrado en forma irrefutable, por lo que hemos considerado que lo único acertado era tomar en consideración dicha diferencia y sustituir casi en todos los lugares la expresión "democrático-burgués" por "revolucionario-nacional". El sentido de este cambio consiste en que nosotros, como comunistas, sólo debemos apoyar y sólo apoyaremos los movimientos burgueses de liberación en las colonias en el caso de que estos movimientos sean verdaderamente revolucionarios, en el caso de que sus representantes no nos impidan educar y organizar en un espíritu revolucionario a los campesinos y a las grandes masas de explotados. Si no se dan esas condiciones, los comunistas deben luchar en dichos países coittra la burguesía reformista, a la que también pertenecen los héroes de la II Internacional. En las colonias ya existen partidos reformistas, y sus representantes se denominan socialdemócratas y socialistas. La diferencia mencionada ha quedado establecida en todas las tesis, y gracias a esto, nuestro punto de vista, a mi entender, aparece formulado ahora de un modo mucho más preciso.
Quisiera hacer una observación más, relativa a los Soviets campesinos. La labor práctica de los comunistas rusos en las antiguas colonias del zarismo, en países tan atrasados como Turquestán, etc., ha planteado ante nosotros el problema de cómo han de ser aplicadas la táctica y la política comunistas en las condiciones precapitalistas, pues el rasgo distintivo más importante de estos países es el dominio en ellos de las relaciones precapitalistas, por lo que allí no cabe hablar siquiera de un movimiento proletario. En tales países casi no hay proletariado industrial. No obstante, también en ellos hemos asumido y debemos asumir el papel de dirigentes. Nuestro trabajo nos ha mostrado que en esos países hay que vencer enormes dificultades, pero los resultados prácticos nos han mostrado asimismo que, pese a dichas dificultades, incluso que casi carecen de proletariado, también se puede despertar en las masas el deseo de tener ideas políticas propias y de desarrollar su propia actividad política. Esra tarea presentaba para nosotros más dificultades que para los camaradas de Europa Occidental, pues el proletariado de Rusia está abrumado por el trabajo de organización del Estado. Se comprende perfectamente que los campesinos, colocados en una dependencia semifeudal, puedan asimilar muy bien la idea de la organización soviética y sean capaces de ponerla en práctica. Es evidente asimismo que las masas oprimidas, explotadas no sólo por el capital mercantíl, sino también por los feudales y por un Estado que se asienta sobre bases feudales, pueden aplicar igualmente esta arma, este tipo de organización en las condiciones en que se encuentran. La idea de la organización soviética es una idea sencilla, capaz de ser aplicada no sólo a las relaciones proletarias, sino también a las campesinas feudales y semifeudales. Nuestra experiencia en este aspecto no es aún muy grande, pero los debates en la Comisión, en los que participaron varios representantes de países coloniales, nos han demostrado de un modo absolutamente irrefutable que en las tesis de la Internacional Comunista debe indicarse que los Soviets campesinos, los Soviets de los explotados, son un instrumento válido no sólo para los países capitalistas, sino también para los paises con relaciones precapitalistas, y que la propaganda de la idea de los Soviets campesinos, de los Soviets de trabajadores, en todas partes, en los países atrasados y en las colonias, es un deber indeclinable de los partidos comunistas y de quienes están dispuestos a organizarlos. Y dondequiera que las condiciones lo permitan, deberán intentar sin pérdida de tiempo la organización de Soviets del pueblo trabajador.
Ante nosotros aparece aquí la posibilidad de realizar un trabajo práctico de gran interés e importancia. Nuestra experiencia general en este terreno no es aún muy grande, pero poco a poco iremos acumulando materiales. Es indiscutible que el proletariado de los países avanzados puede y debe ayudar a las masas trabajadoras atrasadas, y que el desarrollo de los países atrasados podrá salir de su etapa actual cuando el proletariado triunfante de las repúblicas soviéticas tienda la mano a esas masas y pueda prestarles apoyo.
A este respecto se entablaron en la Comisión unos debates bastante vivos, y no sólo en torno a las tesis que llevan mi firma, sino aún más en torno a las tesis del camarada Roy, que él defenderá aquí y en las que se han introducido por unanimidad algunas enmiendas.
La cuestión ha sido planteada en los siguientes términos: ¿podemos considerar justa la afirmación de que la fase capitalista de desarrollo de la economía nacional es inevitable para los pueblos atrasados que se encuentran en proceso de liberación y entre los cuales ahora, después de la guerra, se observa un movimiento en dirección al progreso? Nuestra respuesta ha sido negativa. Si el proletariado revolucionario victorioso realiza entre esos pueblos una propaganda sistemática y los gobiernos soviéticos les ayudan con todos los medios a su alcance, es erróneo suponer que la fase capitalista de desarrollo sea inevitable para los pueblos atrasados. En todas las colonias y en todos los países atrasados, no sólo debemos formar cuadros propios de luchadores y organizaciones propias de partido, no sólo debemos realizar una propaganda inmediata en pro de la creación de Soviets campesinos, tratando de adaptarlos a las condiciones precapitalistas, sino que la Internacional Comunista habrá de promulgar, dándole una base teórica, la tesis de que los países atrasados, con la ayuda del proletariado de las naciones adelantadas, pueden pasar al régimen soviético y, a través de determinadas etapas de desarrollo, al comunismo, soslayando en su desenvolvimiento la fase capitalista.
Los medios que hayan de ser necesarios para que esto pueden ser señalados de antemano. La experiencia práctica nos los irá sugiriendo. Pero es un hecho firmemente establecido que la idea de los Soviets es afín a todas las masas trabajadoras de los pueblos más lejanos, que estas organizaciones, los Soviets, deben ser adaptadas a las condiciones de un régimen social precapitalista y que los partidos comunistas deben comenzar inmediatamente a trabajar en este sentido en el mundo entero.
Quisiera señalar, además, la importancia de que los partidos comunistas realicen su labor revolucionaria no sólo en su propio país, sino también en las colonias, y sobre todo entre las tropas que utilizan las naciones explotadoras para mantener sometidos a los pueblos de sus colonias.
El camarada Quelch, del Partido Socialista Británico, se refirió a este problema en nuestra Comisión. Dijo pue el obrero de filas inglés consideraría una traición ayudar a los sojuzgados cuando se sublevan contra el dominio inglés. Es verdad que la aristocracia obrera de Inglaterra y Norteamérica, imbuida de un espíritu jingoísta y chovinista, representa un terrible peligro para el socialismo y constituye un vigoroso apoyo a la II Internacional. Aquí nos hallamos ante una tremenda traición de los líderes y obreros afiliados a esta Internacional burguesa. En la II Internacional también se discutió la cuestión colonial. El Manifiesto de Basilea se refirió a elle en términos inequívocos. Los partidos de la II Internacional prometieron actuar revolucionariamente, pero no vemos por parte de ellos ninguna verdadera labor revolucionaria ni ningún apoyo a las sublevaciones de los explotados y dependientes contra las naciones opresoras, como tampoco lo vemos, a mi entender, entre la mayoría de los partidos que han abandonado la II y desean ingresar en la III Internacional. Debemos decirlo en voz alta, para que todos se enteren. Esto no puede ser refutado, y ya veremos si se hace algún intento de refutarlo.
Todas estas consideraciones han servido de base a nuestras resoluciones, que, ciertamente, son demasiado largas, pero confío en que, pese a todo, resultarán útiles y contribuirán al desarrollo y a la organización de una labor verdaderamente revolucionaria en los problemas nacional y colonial, que es, en el fondo, nuestro objetivo principal.
tercer discurso
V. I. Lenin
Discurso sobre la condiciones de ingreso en la Internacional Comunista
30 de julio de 1920
Digitalización: Juan R. Fajardo, febrero de 2001.
Fuente: V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos de la Internacional Comunista (Moscú: Editorial Progreso) s/f.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2001.
Camaradas: Serrati ha dicho Que entre nosotros no se ha inventado todavía el sincerómetro. Es ésta una nueva palabra francesa, que significa instrumento para medir la sinceridad. Y semejante instrumento no se ha inventado aún. Pero no necesitamos de ese instrumento; en cambio, poseemos ya uno para determinar las tendencias. Y el error del camarada Serrati, del que hablaré después radica precisamente en que n no ha empleado este instrumento conocido hace mucho.
Diré sólo unas palabras acerca del camarada Crispien. Lamento mucho que no este presente (Dittman: "¡Está enfermo!") Es una lástima. Su discurso es uno de los documentos más importantes y expresa con exactitud la línea política del ala derecha del Partido Socialdemócrata Independiente. No hablaré de circunstancias personales ni de casos aislados sino de las ideas claramente expresadas em el discursO del camarada Crispien. Creo que sabré demostrar que todo ese discurso ha sido kautskiano de cabo a rabo y que el camarada Crispien comparte las opiniones kautskianas sobre la dictadura del proletariado. Crispien ha contestado a una réplica: "La dictadura no es una novedad; de ella se habla ya en el Programa de Erfurt:. En el Programa de Erfurt no se dice nada de la dictadura del proletariado; y la historia ha demostrado que eso no es casual. Cuando en 1902 y 1903 redactamos el primer programa de nuestro partido tuvimos presente en todo momento el ejemplo del Programa de Erfurt. Por cierto que Plejánov -el mismo Plejánov que dijo entonces justamente: "O Bernstein entierra a la socialdemocracia, o la socialdemocracia lo entierra a él"- subrayó de manera especial precisamente la circunstancia de que si en el Programa de Erfurt no se habla de la dictadura del proletariado, eso es un error desde el punto de vista teórico y una concesión cobarde a los oportunistas desde el punto de vista práctico. Y en nuestro programa, la dictadura del proletariado está incluida desde 1903.
El camarada Crispien dice ahora que la dictadura del proletariado no es una novedad y agrega: "Siempre hemos sido partidarios de la conquista del poder político". Pero eso significa eludir la esencia de la cuestión. Se reconoce la conquista del poder político, mas no la dictadura. Todas las publicaciones socialistas, no sólo las alemanas, sino también las francesas y las inglesas, demuestran que los jefes de los partidos oportunistas -MacDonald, por ejemplo, en Inglaterra- son partidarios de la conquista del poder político. Todos ellos, no es broma, son socialistas sinceros, ¡pero están en contra de la dictadura del proletariado! Por cuanto tenemos un buen partido revolucionario, merecedor del titulo de comunista, hay que hacer ropaganda de la dictadura del proletariado, a diferencia de la vieja concepción de la II Internacional. Eso lo ha velado y escamoteado el camarada Crispien, y en eso precisamente consiste el error fundamental propio de todos los adeptos de Kautsky.
"Somos jefes elegidos por las masas", prosigue el camarada Crispien. Es un punto de vista formal y equivocado, pues en el último Congreso del partido de los "independientes" alemanes hemos visto con mucha claridad la lucha de tendencias. No es preciso buscar un medidor de la sinceridad y bromear sobre este tema, como hace el camarada Serrati, para establecer el simple hecho de que la lucha de tendencias debe existir y existe: una tendencia está personificada por los obreros revolucionarios, que vienen a nosotros por vez primera y que son enemigos de la aristocracia obrera; la otra tendencia la personifica la aristocracia obrera, encabezada por los viejos jefes en todos los países civilizados. El camarada Crispien ha dejado sin aclarar precisamente si él se adhiere a la tendencia de los viejos jefes y de la aristocracia obrera o a la tendencia de la nueva masa obrera revolucionaria, que está en contra de la aristocracia obrera.
¿En qué tono habla de escisión el camarada Crispien? Ha dicho que la escisión es una amarga necesidad y se ha lamentado de ello largamente. Por completo en el espíritu de Kaustky. ¿Con quién han roto? ¿Con Scheidemann? Crispien ha dicho: "Hemos efectuado la escición". En primer lugar, ¡la habéis efectuado demasiado tarde! Si sehabla de eso, hay que decir también esto. Y, en segundo lugar, los independientes no deben llorar por ello, sino decir: la clase obrera internacional se encuentra todavía bajo el yugo de la aristocracia obrera y de los oportunistas. Así están las cosas tanto en Francia como en Inglaterra. El camarada Crispien razona acerca de la escición no a lo comunista, sino completamente en el espíritu de Kautsky, del cual se dice que no tiene influencia. Crispien ha hablado después de los altos salarios. En Alemania, según él, las circunstancias son tales que los obreros viven bastante bien, en comparación con los obreros rusos y, en general, con los de Europa Oriental. La revolución, según sus palabras, puede realizarse sólo en e; caso de que no empeore "demasiado" la situación de los obreros. Yo pregunto: ¿es admisible hablar en ese tono en el Partido Comunista? Eso es contrarrevolucionario. En nuestro país, en Rusia, el nivel de vida es indiscutiblemente más bajo que en Alemania, y cuando implantamos la dictadura, como resultado de ello, los obreros empezaron a pasar más hambre y su nivel de vida descenció más aún. La victoria de los obreros es imposible sin sacrificios, sin un empeoramiento temporal de su Situación. Debemos decir a los obreros lo contrario de lo que ha manifestado Crispien. Cuando se desea preparar a los obreros para la dictadura y se les habla de un empeoramiento "no demasiado" grande, se olvida lo principal. A saber" que la aristocracia obrera surgió precisamente ayudando a "su" burguesía a conquistar por vía imperialista y a ahogar al mundo entero para asegurarse así mejores salarios. Si los oobreros alemanes quieren ahor haver la revolución, deben hacer sacrificios y no asustarse por ello.
En un sentido histórico-universal general, es cierto que en los países atrasados cualquier coolí chino no está en condiciones de hacer la revolución proletaria; pero en los países más ricos, no muchos, en los que se vive más desahogadamente merced a la expoliación imperialista, decir a los obreros que deben temer un empobrecimiento "demasiado grande" será contrarrevolucionario. Hay que decir lo contrario. La aristocracia obrera, que teme los sacrificios, que teme un empobrecimiento "demasiado grande" durante la lucha revolucionaria, no puede pertenecer al partido. De lo contrario, la dictadura será imposible, sobre todo en los países de Europa Occidental.
¿Qué dice Crispien acerca del terror y la violencia? Ha dicho que son dos cosas distintas. Quizá es posible hacer esa diferenciación en un manual de sociología, pero no puede hacerse en la práctica política, especialmente en las circunstancias de Alemania. Contra quienes proceden como los oficiales alemanes que han asesinado a Liebknecht y Rosa Luxemburgo; contra hombres del tipo de Stinnes y Krupp, que compran la prensa; contra gente así, nos vemos obligados a recurrir al terror y a la violencia. Por supuesto, no es necesario proclamar de antemano que recurriremos sin falta al terror; pero si los oficiales y los de Kapp alemanes siguen siendo como son hoy, si Krupp y Stinnes siguen siendo como son hoy, el empleo del terror será inevitable. No sólo Kautsky, sino Ledebour y Crispien hablan de la violencia y del terror en un espíritu absolutamente contrarrevolucionario. Está claro que un partido que se nutre con semejantes ideas no puede participar en la dictadura.
Viene después el problema agrario. Crispien se ha acalorado singularmente en esta cuestión y se le ha ocurrido acusarnos de espíritu pequeñoburgués; hacer algo para el pequeño campesino a expensas de los grandes latifundistas es, según él, pequeñoburgués. Los grandes propietarios deben ser expropiados, y la tierra, entregada a asociaciones cooperativas. Esta concepción es pedante. Incluso en los países de alto desarrollo, incluida Alemania, hay bastantes latifundios, bastantes propiedades agrarias que no son cultivadas con los métodos del gran capital, sino con métodos semifeudales, y de las cuales se puede recortar algo en provecho de los pequeños campesinos sin quebrantar la hacienda. Se puede conservar la gran producción y, no obstante, dar a los pequeños campesinos algo muy sustancial para ellos. Por desgracia, no se piensa en eso; pero, en la práctica, hay que hacerlo, pues de otro modo se incurriría en un error. Así lo demuestra, por ejemplo, el libro de Varga (ex-Comisario del Pueblo de Economía Nacional de la República Soviética Húngara), quien a que el establecimiento de la dictadura del proletariado no cambió casi nada en la aldea húngara, que los jornaleros no observaron nada y los pequeños campesinos no recibieron nada. En Hungría existen grandes latifundios, en Hungría se explotan haciendas semifeudales en grandes superficies. Siempre se encontrarán y deberán encontrarse partes de grandes posesiones agrarias de las que se pueda dar alguna cosa a los pequeños campesinos -quizá no en propiedad, sino en arriendo- para que al campesino parcelario le toque algo de la propiedad confiscada. De otro modo, el peqúeño campesino no advertirá diferencia entre lo que había antes y la dictadura soviética. Si el poder estatal proletario no aplica esta política, no podrá sostenerse.
Crispien ha dicho: "No podéis negar nuestra convicción revolucionaria". Pese a eso, yo le respondo: se la niego categoricamente. No en el sentido de que no quisiérais actuar revolucionariamente, sino en el sentido de que no sabéis pensar revolucionariamente. Apuesto que se puede elegir una comisión, la que queráis, de hombres instruidos, darles diez libros de Kautsky y el discurso de Crispien y esa comisión dirá: este discurso es kautskiano hasta la médula, está impregnado de las ideas de Kautsky desde el comienzo hasta el fin. Todos los métodos de argumentación de Crispien son completamente kautskianos; pero Crispien aparece aquí y dice: "Kautsky no tiene ya ninguna influencia en nuestro partido". Es posible que no tenga ninguna influencia entre los obreros revolucionarios que se han adherido más tarde. Pero debe considerarse absolutamente demostrado el hecho de que Kautsky ha ejercido y sigue ejerciendo enorme influencia en Crispien, en todo el modo de pensar, en todas las ideas del camarada Crispien. Así lo demuestra el discurso de este último. Por eso, sin inventar el sincerómetro o medidor de la sinceridad, se puede decir: la tendencia de Crispien no corresponde a la Internacional Comunista. Al decir Esto, definimos la orientación de toda la Internacional Comunista.
Los camarada Wijnkoop y Münzenberg han expresado su desagrado por el hecho de que hayamos invitado al Partido Socialista Independiente y hablemos con sus representantes. Considero que eso es equivocado. Cuando Kautsky nos ataca y escribe libros, polemizamos con él como un enemigo de clase. Pero cuando viene aquí para sostener negociaciones el Partido Socialdemócrata Independiente, que ha crecido gracias a la influencia de obreros revolucionarios, debemos hablar con sus representantes, pues constituyen una parte de los obreros revolucionarios. No podemos llegar de golpe a un acuerdo con los "independientes" alemanes, los franceses y los ingleses acerca de la Internacional. El camarada Wijnkoop demuestra con cada uno de sus discursos que comparte casi todas las equivocaciones del camarada Panneckoek. Wijnkoop ha declarado que no comparte las opiniones de Panneckoek, pero con sus discursos demuestra lo contrario. En eso consiste el error fundamental de este grupo "izquierdista"; pero es, en general, un error del movimiento proletario, que crece. Los discursos de los camaradas Crispien y Dittmann están impregnados hasta la médula de espíritu burgués, con el que no se puede preparar la dictadura del proletariado. Si los camaradan Wijnkoop y Múnzenberg van más lejos aún en el problema del Partido Socialdemócrata Independiente, nos otros no nos solidarizamos con ellos.
No tenemos, claro está, un medidor de la sinceridad, como se ha expresado Serrati, para poner a prueba la buena fe de la gente y estamos completamente de acuerdo con que no se trata de juzgar de los hombres, sino de apreciar la situación. Lamento que Serrati, aunque ha hablado, no haya dicho nada nuevo. Su discurso ha sido del mismo tipo de los que escuchamos ya en la II Internacional.
Serrati no tenía razón al decir: "En Francia, la situación no es revolucionaria, en Alemania es revolucionaria, en Italia es revolucionaria".
Pero aun en el caso de que la situación fuera contrarrevolucionaria, la II Internacional se equivoca y tiene una gran culpa al no desear organizar la propaganda y la agitación revolucionarias; porque, incluso en una situación no revolucionaria, se puede y se debe hacer propaganda revolucionaria: así lo ha demostrado toda la historia del Partido Bolchevique. La diferencia entre los socialistas y los comunistas consiste precisamente en que los socialistas se niegan a actuar como actuamos nosotros en cualquier situación, a saber: a hacer labor revolucionaria.
Serrati se limita a repetir lo que ha dicho Crispien. No queremos decir que estén obligados a expulsar sin falta a Turati tal o cual día. Esta cuestión ha sido tratafa ya por el Comité Ejecutivo y Serrati nos ha dicho "Ninguna expulsión, sino depuración del partido". Debemos sencillamente decir a los camaradas italianos que es la tendencia de los miembros de L'Ordine Nuevo, y no la mayoría actual de los dirigentes del Partido Socialista y de su grupo parlamentario, la que corresponde a la tendencia de la Internacional Comunista. Afirman que quieren defender al proletariado frente a la reacción. Chernov, los mencheviques y otros muchos en Rusia "defienden" también al proletariado frente a la reacción, lo que, sin embargo, no es todavía un argumento para que los aceptemos en nuestros medios.
Por eso, debemos decir a los camaradas italianos y a todos los partidos que tienen un ala derecha: esta tendencia reformista no tiene nada de común con el comunismo.
Os rogamos, camaradas italianos, que convoquéis un congreso y propongáis en él nuestras tesis y resoluciones. Y estoy seguro de que los obreros italianos desearán seguir en la Internacional Comunista.
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