Páginas
CUBA Y EL COMUNISMO
Por Darío Machado
Rodríguez [1]
Álvaro García Linera,
vicepresidente de Bolivia, en la presentación en La Paz del libro “Revoluciones
desde Abajo”, reivindicó el sustantivo “Comunismo” y lo hizo en estos términos:
“¿Qué decía Marx? ¿Qué es el socialismo? ¿Qué es el comunismo?. No es un ideal
que conciben cuatro amigos en un café, en un Manifiesto, no es el programa de
Pulacayo, ni es el programa del 70, ni es el Programa de Gotha; es el
movimiento real de la sociedad que se desenvuelve ante nuestros ojos y que
supera lo existente.”[2]
El comunismo es el
movimiento real, pero es también un horizonte, un propósito inédito en la
humanidad, que se ha constituido y construye como ideal por las
contradicciones, las desigualdades y las injusticias a lo largo de su historia
y que se constituye en ciencia, en la época del capitalismo. No existe, por
tanto, una contradicción entre el comunismo como movimiento real, como ideal y
como ciencia, aunque sí lógicamente diferencias.
Es el movimiento
real, que se nutre hoy de las contradicciones del capitalismo tardío
insalvables dentro de la lógica de ese sistema y del avance de la conciencia de
la humanidad; es ciencia, porque a partir del surgimiento del marxismo y del
descubrimiento del núcleo de contradicciones del sistema capitalista, se
echaron las bases teóricas para coadyuvar positivamente a su superación y es
ideal porque no es realidad aún en ningún rincón del planeta, es algo por lo
que hay que luchar.
Naturalmente, como
afirma García Linera, no es un ideal inventado por unas cuantas personas,
porque su existencia futura no está ni puede estar predeterminada en cuanto a
como será, sino solo en lo que no será, que es lo que puede verse hoy en el
sistema capitalista y que argumenta la necesidad de su superación. Su
realización tiene que ser el resultado de ese movimiento real. El hecho
trascendental del marxismo de haber puesto en evidencia las contradicciones
principales del capitalismo, su modo de existencia, sus consecuencias,
proporciona las bases para concretar acciones dirigidas a su superación; por
tanto, no solo el movimiento, sino también, la ciencia del comunismo y el
ideal, son procesos necesariamente cambiantes, cuya articulación y
rearticulación requiere de la acción humana. Creo que en ello radica, entre
otros aspectos, la insistencia de Fidel Castro en la importancia de las ideas,
de la batalla de ideas.
Ahora bien, la
elaboración de una ciencia del comunismo de alcance universal tiene en el
conocimiento del capitalismo, de sus contradicciones y realidades, solamente el
saber respecto de lo que es preciso superar, pero no la teoría ni el programa
de su superación que tiene determinaciones históricas locales, nacionales.
Si entendemos la
ciencia del comunismo, como el conocimiento no solo de las contradicciones
y realidades existentes en una sociedad dada, sino también y principalmente el
estudio de las condiciones, los caminos y objetivos posibles para su
superación positiva en una nación, en una cultura humana concreta, y
aunque la expansión mundial del capitalismo equipara en diferente medida las
realidades locales, vista la ciencia no como saber en sí, sino como mediación
positiva para el cambio, una ciencia del comunismo en Cuba (de la transición
socialista), será naturalmente anticapitalista por definición, pero tendrá que
elaborarse específicamente para las condiciones particulares de la sociedad
cubana y desarrollarse junto con la experiencia misma de la superación del
capitalismo, del que presiona desde afuera y del que hay adentro.
Lógicamente, también
ello aporta a una ciencia universal del comunismo, la cual se nutrirá de las
experiencias particulares del movimiento real que le otorgarán cientificidad.
En el siglo XIX, Marx y Engels vieron las posibilidades de superación del
sistema en el movimiento real que se produciría en los países capitalistas
desarrollados de la mano del proletariado que habría cobrado conciencia de
clase para sí y, más o menos al unísono, lógica que luego se extendería
inevitablemente a la periferia como hecho universal, total.
La historia demostró
que las cosas no ocurrirían así.
¿Socialismo
en un solo país? (I)
Durante el siglo XX
tuvo lugar la Gran Revolución Socialista de Octubre, iniciándose un proceso
paralelo, por una parte la creciente influencia de las ideas del socialismo en
el mundo y, por otra, el aprendizaje del capitalismo para perpetuar su sistema.
En este proceso se produjeron acontecimientos mundiales extraordinarios, las
crisis del sistema capitalista, la desaparición del sistema colonial, la
victoria sobre el fascismo en la Segunda Guerra Mundial, la revolución en
China, el surgimiento del Sistema Socialista de Europa del Este, el surgimiento
de la OTAN y posteriormente del Pacto de Varsovia, la creación de la ONU, la
revolución cubana, entro otros.
Cuando se produce la
revolución de octubre en Rusia, ya las ideas socialistas habían comenzado a
influir entre los trabajadores cubanos. El proceso de expansión del capitalismo
amplió exponencialmente el intercambio de información entre los terrícolas.
Entraron en las Américas las ideas del Iluminismo y de la revolución francesa
y, más tarde, las del marxismo.
Tanto las ideas
liberales de la revolución francesa, como después las socialistas del marxismo
tuvieron ecos de diferente magnitud en la conciencia y en la práctica de los
cubanos porque existían procesos locales que condicionaron su asimilación y
articulación, nutriendo de argumentos y acelerando la concientización de los
actores populares y las acciones en defensa de sus legítimos intereses.
En la última década
del siglo XIX ya se promovía entre los trabajadores cubanos el estudio de las
ideas socialistas revolucionarias, el marxismo comenzaba a entrar en Cuba, al
unísono con el desarrollo y crecimiento de las ideas y esfuerzos independentistas
y las luchas por los derechos de los trabajadores.
Las primeras
inquietudes de emancipación revolucionaria de los trabajadores vinieron de la
mano del anarquismo y del anarcosindicalismo. El desarrollo del imperialismo,
la intervención norteamericana, el surgimiento de la república mediatizada,
pondrían a prueba las ideas del marxismo y las luchas que siguieron serían la
fragua en la que se enriqueció la ideología revolucionaria cubana al calor de
la fusión de la lucha por la independencia nacional con la lucha por la
emancipación social.
Las ideas del
marxismo y su expresión en las formas organizativas de los trabajadores y del
pueblo dinamizaron las luchas populares en la primera mitad del siglo XX. La
lucha contra la dictadura de Gerardo Machado fue una fragua para el avance de
las ideas socialistas. Más tarde, y contra los gobiernos antiimperialistas de
turno, en particular la tiranía pro imperialista de Fulgencio Batista, el
marxismo continuó su gradual extensión e influencia. El líder de la generación
del centenario y sus principales referentes eran martianos y marxistas. Fidel
Castro lo explica así a Ignacio Ramonet: “Si nosotros no hubiéramos estudiado
el marxismo –esta historia es más larga, pero solo le digo esto-, si no
hubiéramos conocido por los libros la teoría política de Marx y si no
hubiéramos estado inspirados en Martí, en Marx y en Lenin, no habríamos podido
concebir la idea de una revolución en Cuba, porque con un grupo de hombres,
ninguno de los cuales pasó por una academia militar no puede hacer usted una
guerra contra un ejército bien organizado, bien armado e instruido
militarmente, y obtener la victoria partiendo prácticamente de cero. Tales
ideas fueron la materia prima esencial de la revolución.”[3]
El marxismo, a pesar
de toda la campaña contra las ideas socialistas y comunistas, promovida por el
maccarthismo y la guerra fría y de la persecución de la oligarquía criolla y
los gobiernos corruptos contra los líderes obreros y revolucionarios, tenía
presencia en Cuba y había fundamentado el desarrollo de formas
organizativas numéricamente pequeñas, pero de gran disciplina, abnegación y
espíritu de lucha.
Al triunfar la
revolución en 1959, los planos y niveles mediante los cuales la influencia de
las ideas marxistas se revelaban en nuestro país eran naturalmente los más
diversos, pero la ideología revolucionaria socialista era un vivo y activo
embrión con grandes potencialidades para desarrollarse, pero naturalmente no
era la ideología dominante ni podía serlo; a las mayorías ciudadanas[4] les
resultaba lejano, cuando no ajeno o negativo ese pensamiento.
Fueron las leyes
revolucionarias, el vigoroso impulso a la educación, la rápida apertura de
espacios a la participación ciudadana en todos los órdenes, la confianza en el
pueblo, la actitud de los jefes y miembros del Ejército Rebelde y de la
clandestinidad y la comunicación ideológica y política generada por el
liderazgo de la revolución, en particular por Fidel Castro, las que fueron
obrando el necesario cambio de mentalidad, hasta hacer comprender que los males
que aquejaban a Cuba eran producto del sistema capitalista dependiente y que
solo podría enrumbarse hacia su solución verdadera mediante cambios radicales
en el metabolismo socioeconómico y en el ejercicio de la política en el país.
La trasformación de
la mentalidad del cubano fue de tal rapidez y envergadura, que en apenas dos
años, las palabras socialismo y comunismo pasaron de ser abominadas a resumir
el ideal de emancipación y dignificación del ciudadano común.
En la base del cambio
estaban las realidades nacionales, las contradicciones e injusticias del
capitalismo dependiente. Todo un movimiento cultural político de colosal
envergadura, en el que se entremezclaban sucesivos pasos ascendentes en la educación
del pueblo, las experiencias crecientes en la actividad de la producción y la
defensa, los enormes desafíos que implicaban la intolerancia y agresividad
imperialistas, el ejercicio del poder ciudadano, la transformación radical que
puso los medios de comunicación social al servicio del pueblo, la incorporación
masiva a las tareas transformadoras de la revolución, constituyó el eje del
anclaje de la ideología socialista en las mayorías ciudadanas. En pocos años el
socialismo era el ideal universal de los cubanos.
Fueron años también
en los que la URSS y los países socialistas marchaban a pasos agigantados
alcanzando importantes logros en la producción, en la defensa y en las
investigaciones científicas fundamentales. Muchos países del llamado tercer
mundo se liberaban del yugo del colonialismo.
No se discutía
entonces si el socialismo era posible en un solo país, ese debate había quedado
archivado desde que el proceso de su construcción en la hoy desaparecida Unión
Soviética que había derrotado al nazifascismo alemán en la 2da. Guerra Mundial
y se levantaba como ave Fénix de sus cenizas, estaba demostrando en la práctica
que no solo era posible, sino que se irían sumando nuevas experiencias
socialistas en el mundo, aunque la inmensa mayoría en países de escaso
desarrollo económico y tecnológico y ninguna en un país con alto desarrollo
capitalista.
A finales de la
década de 1980 y principios de la de 1990, a Cuba, cuya sociedad había pasado
por diferentes experiencias de organización socialista del metabolismo
socioeconómico del país, y en un proceso de extensión del predominio de la
ideología socialista, le esperaba el mayor de los desafíos, que esta vez no
vendría de la mano del imperialismo norteamericano, sino de la debacle del
socialismo en Europa del Este y la URSS, cuyos efectos sobre Cuba se
sumarían inevitablemente a las agresiones y bloqueo económico de los EEUU.
La
desaparición de la URSS y del campo socialista de Europa del Este
Entre las acusaciones
repetidas a lo largo de décadas de propaganda contra el comunismo, está la de
denunciarlo como un sistema que somete a los individuos a su
despersonalización, que los iguala sustrayéndoles su voluntad, los uniforma en
el actuar y hasta en el vestir y en los gustos, les quita la libertad y la creatividad.
Lo cierto es que
ninguna sociedad humana ha alcanzado el ideal comunista, ni siquiera el
socialismo y su irreversibilidad, mientras que la homogeneización de la
humanidad, la imposición de un pensamiento único, la despersonalización de los
individuos ahora vulgares consumidores, la universalización de patrones de
consumo, gustos estéticos y modo de vida, la dictadura del mercado, venían
justamente de la mano del capitalismo tardío.
Pero mientras la
propaganda imperialista tergiversaba el ideal comunista, se recrudecía el
bloqueo tecnológico contra el campo socialista, las agresiones solapadas y el
debilitamiento mediante la carrera armamentista, los países socialistas que
finalmente colapsaron no contaron con las masas para defender el socialismo. Muchos
ya han adelantado sus criterios sobre el colapso del socialismo, solo quiero
destacar que los pueblos de la URSS y de las democracias populares del Este de
Europa no defendieron un poder que realmente no tenían. El modo con el que
se organizaba la experiencia socialista en esos países, nunca estuvo diseñado
así ni podía estarlo en el pensamiento de los clásicos del marxismo, quienes
tampoco especularon (eran científicos sociales) sobre el futuro, más allá de
adelantar algunos rasgos generales de una necesaria transición.
La teoría de Marx
señalaba la necesidad de un agotamiento de la capacidad de las relaciones de
producción de asimilar el desarrollo de las fuerzas productivas, para que se
generara una época revolucionaria, mientras que la Revolución de Octubre fue el
resultado de un conjunto de agudas contradicciones sociales, de una opresión
inicua contra el pueblo, de un agotamiento insoportable como resultado de la
primera guerra mundial y de un estado intolerable de abuso, pobreza y miseria,
en medio del cual Lenin y quienes compartieron su visión decidieron enrumbar
sus esfuerzos por un difícil y riesgoso camino para tomar el poder, cuando
Rusia estaba muy lejos del desarrollo capitalista. Pero la historia demostró
que la decisión era justa.
La revolución rusa,
la toma del poder político no eliminaba ni podía hacerlo la relación
contradictoria entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones
sociales de producción, pero la colocó en otra perspectiva por la acción
consciente del sujeto social.
Al imponer desde el
poder político relaciones de producción exentas de la explotación del trabajo
asalariado por el capital anuló el fundamento de la contradicción
trabajo-capital liberando así colosales magnitudes de energías creadoras de los
trabajadores para avanzar en el desarrollo de las fuerzas productivas, pero
ahora junto con un necesario proceso de transformación cultural cuyo final
previsible era la satisfacción de las necesidades de los trabajadores, la
justicia social, el colectivismo, la solidaridad, la cooperación.
El desafío interno y
externo de la revolución rusa de octubre de 1917 fue enorme y también lo fueron
los adelantos que alcanzaron guiados por el poder soviético y el ideal
comunista. Más allá de los errores de la ignorancia [5]
y el atraso, y de las insuficiencias lógicas de una teoría de la construcción
del socialismo, camino inédito para la humanidad, la URSS llevó adelante
grandes planes de electrificación e industrialización, generó un desarrollo
material y espiritual capaz de asimilar el gigantesco desafío de la invasión de
la Alemania nazi e imponerle la derrota, cargando con el peso principal en los
costos humanos y materiales de esa conflagración mundial.
En la posguerra, los
soviéticos levantaron de nuevo su país, su influencia creció en el ámbito
europeo y mundial y con ello las ideas socialistas.
Sin embargo, también
es una realidad que si bien la URSS hizo importantes saltos en el desarrollo de
la industria básica y la agricultura mecanizada, alcanzó un alto nivel en las
investigaciones fundamentales y en sus medios defensivos al punto de
neutralizar las tentaciones del capitalismo mundial de destruir manu
militari ese experimento socialista, en la URSS arraigó el verticalismo,
no se desarrolló la democracia socialista, se cometieron abusos de poder, no
lograron una teoría eficiente de su transición socialista, algo que tampoco
alcanzaron otros países socialistas de Europa del Este, donde no necesariamente
funcionaría lo que se estaba haciendo en la Unión Soviética. Recordemos
aquella frase el XXII Congreso el PCUS: “Esta generación vivirá en el
comunismo”.
El ejercicio del
poder político, el edificio jurídico, la organización y la economía no podían
anclar en la sociedad con el esquema impuesto, cuando la ciudadanía misma
necesitaba otro medio social para desarrollarse satisfactoriamente. Las
posibles soluciones experimentales a través de una amplia, activa y consciente
participación social que nutrirían el desarrollo de una teoría eficiente de la
construcción socialista estaban impedidas por la separación entre la ciudadanía
y el poder político, que a la postre resultó letal.
La conquista del
poder político, si bien permite una gestión consciente para adelantar el
desarrollo y hacerlo con criterios racionales compatibles no solo con los seres
humanos, sino también, con la naturaleza, con el medio ambiente, no puede, so
pena de un enorme desgaste, desafiar realidades que son inherentes a la
sociedad en transición socialista, en el intento de avanzar más de lo posible y
de un modo más arbitrario que científico. Y es precisamente ahí donde ha habido
improvisación en más de una experiencia de orientación socialista. Desde la
política y la orientación ideológica se puede mucho, pero no se puede todo. Lo
posible define los límites de lo necesario y la determinación de lo posible no
es una apreciación arbitraria, individual o grupal, se requiere de un enfoque
científico, de una teoría general de la transición socialista que fundamente
los programas de acción.
Lenin había alertado
más de una vez oportunamente acerca de que el primer deber de toda revolución
es defenderse. Pero esa defensa solo sería efectiva si descansa en los hombros
de los trabajadores. Fue efectiva cuando la urgencia de una amenaza militar
externa imperialista y racista y la inminencia del peligro de muerte
acompañaron con el patriotismo la defensa del poder político. El Estado
multinacional soviético desarrolló una capacidad militar superior y sus armas,
sus leyes y su organización blindaron al enorme país contra la agresión
exterior, pero el desconocimiento de las necesidades más íntimas de su propia
gente, el alejamiento y extrañamiento del poder, la excesiva centralización y
verticalismo que apagaron el entusiasmo y la creatividad, la presencia de
privilegios para los dirigentes y funcionarios y la enajenación no superada,
además de errores en la política de las nacionalidades que proclamaba a
destiempo que ya existía un “nuevo pueblo soviético”, minaron por dentro el
socialismo que terminó con su implosión bajo la enorme y múltiple presión del
capitalismo internacional.
Los acuerdos de
Helsinki 1975 habían sido definidos entonces por la URSS como demostración de
la fortaleza de sus posiciones y como reconocimiento jurídico del socialismo.
Pero a la luz de las enseñanzas de la historia cabe preguntarse si las bases de
esos acuerdos podían ser aceptadas desde una perspectiva genuinamente
revolucionaria y si debieron ser discutidas otras bases, sin obviar lo que
debía ser a todas luces rectificado.
Naturalmente,
desde los poderes fácticos nortecéntricos del capitalismo internacional se
aprovechó al máximo lo que estaba ocurriendo presentándolo como la demostración
de la pretensa desnaturalización del ideal socialista y comunista, el fracaso
del marxismo y consecuentemente, la demostración de la perdurabilidad e
inevitabilidad del capitalismo. No es menos cierto que lo iniciado con el
socialismo en un solo país terminó en el reflujo hacia el capitalismo de las
experiencias socialistas. Pero también es cierto que de la mano de la profunda
crisis múltiple del capitalismo se ve un creciente movimiento popular
anticapitalista, un renacer de las ideas socialistas y una relectura activa del
marxismo.
¿Socialismo
en un solo país? (II)
La sociedad cubana
resistió las consecuencias de la desaparición del socialismo en Europa del Este
y la URSS. Los costos materiales y humanos del período especial son de difícil
evaluación, pero es indiscutible que por largos años en los que las ideas
socialistas sufrían un indiscutible reflujo, Cuba las mantuvo el tiempo
suficiente para vivir su renacer, en particular en Latinoamérica y el Caribe.
Ahora bien, si
consideramos la respuesta a la pregunta del título bajo la premisa de un ideal
de socialismo pleno, de algo acabado e irreversible, entonces es obvio que en
la actualidad no es posible a corto o mediano plazo. De hecho cabe pensar que
mientras a escala planetaria no se produzcan transformaciones sociales que
inclinen la balanza a favor de la superación del régimen capitalista, un
socialismo así no es posible, tampoco en Cuba, y su proclamación entusiasta no
es políticamente viable, ya que solo generará críticas porque no es
alcanzable. Siempre he afirmado que el socialismo en Cuba es realidad,
ideal y experimentación y que no hay un modelo predefinido que tenga que
realizarse indefectiblemente.
Reconocido lo
anterior, a la luz de las realidades actuales, la pregunta del título
habría que ampliarla: ¿Si no es posible el socialismo pleno a corto o mediano
plazo, vale la pena seguirlo intentando?
Puede formularse de
otro modo más explícito si se aprecia el problema como el dilema entre
retroceder al capitalismo dependiente o continuar buscando las fórmulas
eficientes para organizar el metabolismo socioeconómico de la sociedad en su
conjunto sobre la base de los principios socialistas (me refiero
básicamente al predominio de la propiedad social sobre los medios de producción
de bienes y servicios, infraestructura y recursos naturales, al papel del
Estado en la organización de la actividad económica, organizativa, política y
cultural del país, al papel de la ideología socialista, de la planificación,
del antiimperialismo, de la política exterior de principios, de la democracia
socialista y participativa).
La respuesta solo
puede ser afirmativa y no simplemente por una elemental reacción motivada
ideológica y políticamente sino básicamente por un balance de costos -
beneficios.
El retroceso al
capitalismo dependiente significaría el regreso al predominio de la propiedad
privada sobre los medios fundamentales de producción de bienes y servicios, la
desaparición del Estado socialista, la población quedaría totalmente a merced
del mercado, sería imposible desarrollar un programa propio de nación que tenga
en cuenta todos sus territorios, que sea equilibrado, amigable con la
naturaleza, justo y que responda a los intereses de las grandes mayorías
ciudadanas, se produciría el retorno a la funesta politiquería y a la
demagogia, sería el deterioro y fin de las políticas sociales, el incremento
exponencial de las diferencias sociales, la fragmentación acelerada de la
sociedad, la mercantilización de la educación y de la salud pública, la
desprotección de la niñez y de la tercera edad, la desaparición de los planes
de desarrollo científico y tecnológico convenientes y necesarios para el país,
el incremento de la mortalidad infantil y materna, el debilitamiento y
desaparición del sistema de la defensa civil contra los desastres naturales y
el papel del Estado en la recuperación, la deformación y corrupción de los
medios de comunicación, la imposibilidad de defender los recursos naturales, de
evitar el deterioro del medio ambiente, los crecientes obstáculos
para proteger y desarrollar la identidad cultural que se verá a merced de
los patrones del capitalismo tardío y del pensamiento único, el incremento del
delito y de su peligrosidad, de la corrupción en todos los órdenes, de las
mafias, de la drogadicción, el acrecentamiento del individualismo
y del egoísmo, la pérdida de la tranquilidad ciudadana, el debilitamiento
y desaparición de las colaboraciones internacionalistas cubanas, un
debilitamiento del proceso de integración regional, habría un enorme retroceso
ético, la lista de costos sería interminable.
Los eventuales
beneficios, no podrán estimarse como los vemos en la sociedad cubana, porque el
concepto mismo de beneficio se vincula hoy en Cuba con la equidad y la justicia
social. El mismo concepto de bienestar estaría entre los principales costos.
Los primeros
aprovechados de un retroceso al capitalismo dependiente serían las
transnacionales, el imperialismo norteamericano y sus servidores, los
explotadores, los anexionistas, y los que se ubiquen como minoría privilegiada
a costa de las grandes mayorías. El sueño de una acrecida clase media en
un país subdesarrollado y dependiente en manos de las transnacionales es solo
eso: un sueño. Entre los probables beneficios estaría la desaparición del
bloqueo económico de los EEUU, pero ello servirá ante todo a quienes en tales
circunstancias tengan la propiedad sobre los medios fundamentales de producción
y servicios, al pueblo llano llegarían las migajas, como ocurría antes de 1959.
Por eso, cuando la
finalidad estratégica de la liberación social se ve amenazada mortalmente por
la acción violenta de la contrarrevolución, la defensa de esa finalidad
liberadora solo puede mantenerse con la vigilancia necesaria y la acción
revolucionaria en la confrontación clasista, lo que se expresará en las
acciones del Estado, las leyes y la ciudadanía participativa.
Una lógica elemental
indica que para Cuba, donde el poder político responde a los intereses de las
grandes mayorías, y las instituciones políticas, ciertamente requeridas de
modernización, están vigentes y mantienen sus potencialidades, y donde están vigentes
las políticas sociales fundamentales, el dilema verdadero no es si retroceder
al capitalismo o continuar el rumbo socialista, sino cómo continuar la
orientación socialista, como contrarrestar la influencia del capitalismo,
alejarse sistemáticamente de él, de sus múltiples redes y tentáculos, y
cómo atemperar los ideales a las posibilidades, cómo reorganizar el metabolismo
socioeconómico para que estimule la reproducción de la iniciativa y la
creatividad en todos los órdenes de la vida social, como profundizar la
democratización de la sociedad, o sea, cómo asegurar el derecho de las
grandes mayorías ciudadanas a participar y decidir, cómo movilizar las
potencialidades productivas del país y aprovecharlas en favor de las grandes
mayorías ciudadanas.
De nuevo
sobre la ciencia del comunismo
Si no fuera tan a
menudo subestimada no sería necesario reiterar que la construcción del
socialismo requiere de teoría. El camino socialista no es solamente un ideal,
una ciencia y el movimiento real, es también en el caso de un país como Cuba
una mediación eficiente para el desarrollo económico a la vez que para aprender
el nuevo modo de vida. Pero cada paso debe responder a una concepción integral
desarrollada sobre bases sólidas que tenga en cuenta las variables necesarias.
La sociedad cubana
que ha vivido una experiencia única a partir de la segunda mitad del siglo
pasado está todavía lejos de alcanzar las condiciones materiales y espirituales
que la califiquen para poder definirla como una sociedad socialista plena. La
política de la revolución es socialista, el poder es del pueblo, el ideal es
socialista y hay importantes características socialistas en el país, Cuba es
socialista, pero en Cuba no hay un socialismo pleno.
Ha quedado bien claro
que no basta con el acto jurídico-político de suprimir la propiedad sobre los
medios de producción de bienes y servicios para que estos sigan después
produciendo con eficiencia, luego de lo cual se organizaría una distribución
con justicia del producto social.
Con ese acto jurídico-político
se corta de raíz una relación (importante, sí, pero no única) del metabolismo
socioeconómico hasta entonces en curso: la relativa al derecho del capitalista
a la propiedad, a la explotación del trabajo ajeno y a las ganancias que
representa la plusvalía que obtiene, pero quedan otras realidades, cuya
superación no es ni puede ser igual de rápida, sino lenta y gradual, se
configurará una situación nueva, inédita, cuya observación y seguimiento
necesita de estudio sistemático y enfoque teórico conceptual, para anular la
improvisación y aminorar en lo posible el error.
El cambio es de tal
envergadura que toca prácticamente toda la vida de la sociedad, lo que hace
imposible describir la infinitud de su alcance y manifestaciones. Basta señalar
que los nuevos dueños colectivos nunca aprendieron antes a organizar la
producción, manejar la economía, el control, la contabilidad, tomar decisiones,
que surgen ahora nuevas realidades como lo tocante a las motivaciones para
producir, el desafío que plantea un nuevo modo de distribución del producto
social, que habrá hostilidad política del capital internacional, por solo
señalar algunos temas que considero relevantes.
No solo la
complejidad del mundo hoy en crisis, sino y fundamentalmente el hecho de las insuficiencias
del desarrollo del país, a lo que se suma el bloqueo norteamericano, hablan a
todas luces de un largo camino en Cuba con una economía mixta, en la que
participarán formas diversas de propiedad, que irán desde la propiedad social
gestionada por el Estado, hasta la pequeña propiedad privada, pasando por las
asociaciones, las cooperativas, las empresas mixtas y algunos emprendimientos
con un 100% de capital privado extranjero.
Lo anterior significa
que el sistema de dirección de la economía que cobijará esa complejidad tiene
que articular la propiedad social socialista que es y será predominante y los
restantes tipos complementarios de propiedad y estructurarlas en sistema.
La eficiencia en la
planificación que haga el balance de la economía nacional está en el
reconocimiento de los diferentes tipos y formas de propiedad, por lo que la
planificación y el control que desarrolle el sistema de regulación del
metabolismo socioeconómico de la sociedad cubana en transición socialista
deberán responder a una estructura de subsistemas de características
diferenciadas, articulados por el Estado.
Dos elementos son
esenciales en esas circunstancias: uno estriba en que si bien la propiedad
privada grande, mediana o pequeña tendrá una influencia en la economía y a
través de ella también en la subjetividad de la sociedad, donde no tendrá
influencia alguna es en lo tocante al poder político, ese que ha sido
conquistado y defendido por el pueblo trabajador y que es garantía de la
transición socialista, el otro elemento se refiere a la Constitución y leyes
del Estado Socialista, que conforman las bases del ordenamiento jurídico de la
coexistencia de diferentes tipos y formas de propiedad, las cuales se
constituyen con arreglo a la juridicidad establecida, encargada de asegurar el
derecho, desigual como todo derecho, que garantice el espacio a los diferentes
tipos de propiedad y, a la vez, la legalidad que asegure los derechos
fundamentales de todos los ciudadanos y ciudadanas del país.
Por ello, es
fundamental que la teoría del socialismo de cuenta especialmente de la
correlación entre el metabolismo socioeconómico y la educación, la formación
cívica, ética, política y jurídica que encarnan los valores de la ideología
revolucionaria socialista.
Cuando afirmamos arriba
que la sociedad cubana no tiene aún las condiciones materiales y espirituales
para un socialismo pleno, nos estamos refiriendo en lo material al desarrollo
económico-productivo, tecnológico, científico, a la infraestructura del país;
cuando hablamos de las condiciones espirituales, subjetivas, nos referimos
principalmente a la persistencia de la psicología de intercambio de
equivalentes y al menoscabo del trabajo como valor por la pérdida de sentido
del valor del trabajo que se ha producido como resultado de no haber tenido en
cuenta esa psicología, algo ahora agravado por el hábito perverso de “resolver”
las necesidades individuales a costa de los recursos que pertenecen a todos los
ciudadanos, pero también unos individuos a costa de otros.
En la larga
transición socialista no puede desconocerse el interés individual, so pena de
que este se mimetice y realice de las más diversas formas irregulares.
Recordemos que Lenin calificaba las primas, en tanto estímulo material a los
trabajadores, como una práctica insoslayable en la transición y cuya
eliminación solo podía imaginarse en el futuro comunista.[6]
Hay quien sostiene la
idea que la liberación real del hombre (puede leerse el socialismo pleno y
el comunismo) requiere tanto de un elevado desarrollo de las fuerzas
productivas, como de un proceso internacional de transformaciones que la
respalde.
Ciertamente los
efectos negativos sociales de las diferencias inobjetablemente existentes serán
contrarrestados por un nivel razonable de suficiencia productiva, que puede
traducirse como una abundancia vista racionalmente, pero incluso esta está
comprometida hoy de modo puede decirse trágico por la criminal depredación de
los recursos de la naturaleza gracias a la lógica absurda del capitalismo
tardío. Sin educación, sin formación, sin ética, sin ideología será imposible
organizar la vida humana actual y futura sobre nuevas bases, no solo porque el
edificio del socialismo no puede construirse con la arquitectura capitalista
fundada en la creación de necesidades artificiales, el consumismo y el afán de
lucro a cualquier costo -si bien requiere hoy de elementos de su
ingeniería-, sino porque los recursos serán cada vez más escasos, el medio
ambiente está más resentido y amenazado catastróficamente y será imprescindible
un nuevo concepto de bienestar y de felicidad, que se fundamenta en un consumo
racional, responsable y saludable.
Aun necesitada de las
relaciones mercantiles la sociedad en transición socialista tiene que prestar
atención prioritaria a contrarrestar las relaciones humanas mediadas por las
mercancías y hacerlas cada vez más directas, mediadas por los valores
socialistas[7],
relaciones humanas en el más cabal sentido de la palabra.
En cuanto a las
condiciones internacionales propicias para un socialismo pleno, no hay manera
de predecir cuándo se producirán, pero aun en las actuales condiciones el
socialismo imperfecto, inacabado, es incomparablemente más humano que el
capitalismo.
El desarrollo de una
teoría eficiente de la construcción socialista requiere de integrar
armoniosamente a los seres humanos entre sí y a estos con la naturaleza y eso
es algo que no puede lograrse solamente con medidas económicas; son
imprescindibles la ideología y la política, la ética, la educación.
El comunismo
como ideología
La superación del
capitalismo es la transición socialista y este objetivo es imposible sin la
ideología socialista y comunista. La transición socialista vista como actividad
humana, como práctica, es un proceso consciente en el que los ciudadanos, los
grupos, organizaciones, instituciones de la sociedad que de conjunto articulan
el sujeto del cambio, adoptan –en diferentes grados y formas- una actitud
correspondiente en general con los objetivos consensuados. La acción coherente,
cohesionada del sujeto social múltiple, articulado y naturalmente diverso es
funcional al cambio porque la base de la sociedad reproduce intereses
compartidos, las estructuras políticas y jurídicas los amparan y el sistema de
ideales, objetivos, conceptos, valores socialistas y comunistas articulan al
sujeto múltiple en su diversidad y diferencias y es el fundamento del programa
de acción en lo económico, lo organizativo, lo jurídico, lo político, lo
social, lo cultural.
El papel de la
ideología es consustancial al propio cambio. El proceso de surgimiento y
desarrollo de la ideología revolucionaria se produce por ser una necesidad de
la actividad humana consciente. Los valores revolucionarios nacen en el
proceso de liberación humana y experimentan una sinergia que los identifica,
articula y finalmente sistematiza. Una vez que la sociedad reconoce y estudia
su existencia y desarrollo en tanto sistema funcional a los propósitos
revolucionarios de liberación social, la ideología revolucionaria deviene
poderoso instrumento de educación, orientación, articulación de voluntades,
organización, cuya negación a ultranza debilita y puede anular el desarrollo de
la transición.
El estudio de sus
cambios, es imprescindible para que ella mantenga su funcionalidad como
instrumento de las transformaciones revolucionarias. El estudio de la ideología
revolucionaria, de su génesis, contenido, desarrollo, regularidades, papel
social, etc. pasa a ser objeto de la actividad científica, y forma parte del
saber necesario para el desarrollo de una teoría de la transición socialista en
Cuba.
Soy
comunista, toda la vida...
Así cantaban los
guerrilleros italianos y los comunistas de todo el mundo en unos años en el que
cundía un enardecimiento que presagiaba un impulso histórico al ideal
comunista, la canción decía también “...y comunista he de morir”. Luego
reapareció en Cuba a principios de la década del 60 del pasado siglo
y después en el 68 parisino Pareciera que el epílogo de la revolución de
octubre acabó con aquel entusiasmo, pero ahora una multitud de nuevos fantasmas
comunistas está recorriendo el mundo, los reproduce la quiebra inevitable del
capitalismo, su incapacidad para escapar de sus contradicciones y tragedias, su
fatal ilusión de la eternidad, el mito de la salvación tecnológica del sistema.
Solo si no se logran
ver los síntomas de su bancarrota histórica puede calificarse de triunfalista o
de pura utopía el párrafo anterior. No lo es porque la profunda crisis múltiple
del sistema es cierta y porque no se asignan plazos a priori, ni se definen
pasos predeterminados para los cambios, algo que sería pura especulación. Lo
que sí es a todas luces visible es que con los gigantescos recursos empleados
en la propaganda pro capitalista, en la guerra cultural, si bien han
logrado obstaculizar el avance de la historia, no han logrado el milagro de
evitarlo.
Ahora bien, no se
habla aquí del comunismo como de un esquema de algo que tiene que producirse de
un modo dado, inevitablemente, o como la doctrina política de una organización,
de un partido, sino como lo reiterado por Álvaro García Linera, el movimiento
real que supera lo existente, un proceso en el que las ideas y la teoría
jugarán su papel junto con los acontecimientos y la acción consciente. Y es
hora de la ofensiva socialista.
[1]
Licenciado en Ciencias Políticas, Diplomado en Teoría del Proceso Ideológico,
Doctor en Ciencias Filosóficas, Profesor e Investigador titular del Instituto
Internacional de Periodismo José Martí donde preside la cátedra de Periodismo
de Investigación y es vicepresidente de la cátedra de Comunicación y Sociedad.
[2]
Isabel Rauber, “Revoluciones desde abajo. Gobiernos populares y cambio social
en Latinoamérica”, Ediciones Continente, Buenos Aires, 2012.
[3]
Ignacio Ramonet, “Cien horas con Fidel”, Oficina de Publicaciones del Consejo
de Estado, La Habana, 2006, p. 153.
[4]
Podrían reconocerse los grupos siguientes: los que tenían mayor cercanía a la
literatura marxista, leyeron parte importante de su obra y conocieron sus
diferentes aspectos históricos y lógicos, los que tenían acceso a esa
literatura y además conocieron la experiencia socialista de la URSS y otros
países socialistas, los militantes del Partido Socialista Popular,
simpatizantes, líderes obreros, que recibían las ideas en forma de programas
políticos, crónicas y análisis hechos por los anteriores, los que tenían alguna
lejana noción de lo que era el socialismo y el comunismo, los que ganados por
la propaganda anticomunista y la demonización del socialismo y el comunismo,
rechazaban estas ideas, etc.
[5]
Por ejemplo los efectos medioambientales el desarrollo de la URSS han sido
grandes, pero en aquellos años los estudios ecológicos apenas mostraban algunos
avances.
[6]
“Aún cuando nuestro objetivo final sea lograr la igualdad de remuneración para
todo trabajo y el comunismo integral, no podemos proponernos de manera alguna
implantar esta igualdad de inmediato en el momento presente, en que damos nada
más que los primeros pasos para la transición del capitalismo al comunismo. De
aquí que sea necesario mantener durante cierto tiempo una más elevada
remuneración para los especialistas, para que puedan trabajar mejor, y no peor
que antes, y por la misma razón tampoco podemos renunciar al sistema de primas
para el trabajo más eficiente, en especial en el trabajo organizativo; las
primas serán inadmisibles en el sistema del comunismo completo, pero en el
período de transición del capitalismo al comunismo no es posible prescindir de
las primas como lo atestiguan la teoría y la experiencia de un año de Poder
soviético.” (V. I. Lenin, OC en 55 tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1986, T.
38, pp. 106-107.)
[7]
En otros trabajos he tratado con amplitud este cambio, aquí solo anoto que si
bien en la transición socialista, las mercancías tienen características
diferentes, estas se siguen produciendo, solo que el valor de uso de estas pasa
a ser la finalidad principal de su producción, no las ganancias, aunque estas
últimas juegan un papel regulador en el metabolismo socioeconómico.
Fuente Aporrea
Suscribirse a:
Entradas (Atom)