Notas sobre la democracia socialista
lunes, 9 de mayo de 2011
Hace pocos días terminaron las sesiones del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, ha dejado un creciente optimismo cauteloso en las grandes mayorías ciudadanas que respondieron una vez más a la convocatoria de los comunistas cubanos, ratificando de ese modo, no solo la confianza en el papel que puede jugar la organización política en las transformaciones imprescindibles en la sociedad cubana en un mundo cambiado y cambiante, sino confirmando el tumbo socialista de la sociedad cubana.
Pero la propia unidad es solo una premisa, del mismo modo que los Lineamientos por más que son expresión del pensamiento crítico de la sociedad cubana sobre los cambios necesarios, si no se realizan quedan solo en un documento más. Se necesita un sistema económico viable, eficiente, propio, un traje a la medida de nuestro país, de sus condiciones y premisas, de sus necesidades, aspiraciones, costumbres, principios políticos, historia y cultura.
El marco del debate popular también fue claramente entendido por el pueblo: este no es sino el principio de una serie de otras transformaciones que continuarán en lo económico, pero que también tocarán aspectos trascendentales de la organización jurídica y política del país.
Un congreso muy esperado El VI congreso del Partido Comunista de Cuba ha sido quizá el congreso más esperado por las grandes mayorías ciudadanas del país acostumbradas a su realización regular y dadas las circunstancias particulares en que ha tenido lugar. Por su trascendencia, el VI congreso emula en importancia con el primero en 1975 y el cuarto en 1991.
Cuando como ocurre en Cuba por circunstancias históricas y políticas existe un único partido político, este solo puede constituirse y actuar como una institución democrática si incluye dentro de su concepción estratégica y manejo táctico a toda la ciudadanía, garante en última instancia de la lucha contra el oportunismo de todo tipo.
En efecto, si es el único partido y por derecho constitucionalmente codificado fuerza rectora superior de la sociedad cubana, habrá casos de personas que quieran pertenecer a él para servirse de su prestigio y mandato constitucional y no precisamente para prestigiarlo con su conducta y entrega.
Los repetidos momentos de consulta popular auspiciados por el partido para rehacer y consolidar el consenso no han sido todos iguales, no han tenido la misma calidad, ni la misma importancia y trascendencia; señalo como los más destacados el debate del anteproyecto de Constitución de la República de Cuba, el de los documentos del primer congreso del partido, el que discutió el Llamamiento al IV congreso, los parlamentos obreros en 1991 y el que acaba de realizarse sobre los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, recientemente aprobados por el VI Congreso con el masivo e indiscutible aval de una millonaria participación ciudadana.
Vale recordar que el proyecto de estos lineamientos fue elaborado teniendo en cuenta los resultados de una muy amplia y enriquecedora discusión del texto del discurso del Presidente Raúl Castro el 26 de Julio de 2007 en el que reconoció la necesidad de cambios estructurales en la sociedad cubana.
La ausencia en los medios Las virtudes de aquel debate preparatorio del más reciente, sin embargo, fueron opacadas por la inexistencia de los contenidos de ese proceso de discusión en los medios de comunicación del país. Salio tan poco de ese debate que lo divulgado solo sirvió para destacar la ausencia.
Al publicarse los lineamientos para el segundo proceso de análisis por el pueblo se tuvo alguna información ya mediada y resumida por los redactores del documento, pero se perdió el efecto educativo, la función esclarecedora y el fijador que habría proporcionado como saldo la divulgación oportuna de los puntos de vista del pueblo.
En el Informe Central al VI Congreso se ratificaron los acuerdos del partido sobre la política informativa, uno de esos documentos que fueron a dormir el sueño eterno de las gavetas. El reconocimiento del grave error que significa no aprovechar las enormes potencialidades de los medios de comunicación cubanos para enriquecer la subjetividad ciudadana con el tratamiento abierto de los problemas es el primer paso para rectificarlos.
Obviamente, no será sencillo. Entre las poderosas fuerzas internas que es preciso desafiar para continuar la obra revolucionaria está la de los intereses espurios y el oportunismo que impiden la necesaria transparencia en el conocimiento de lo más importante del acontecer social. El primer secretario del comité central del partido quien había ratificado en la clausura del sexto período de sesiones de de la séptima legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular ser un defensor a ultranza de acabar con el secretismo, lo expresó así en el informe central:
“En la consecución de este empeño la prensa cubana, en sus diferentes formatos, está llamada a jugar un papel decisivo con el esclarecimiento y difusión objetiva, constante y crítica de la marcha de la actualización del Modelo Económico, de modo que con artículos y trabajos sagaces y concretos, en un lenguaje accesible para todos, se vaya fomentando en el país una cultura sobre estos temas.
“En este frente se requiere también dejar atrás, definitivamente, el hábito del triunfalismo, la estridencia y el formalismo al abordar la actualidad nacional y generar materiales escritos y programas de televisión y radio, que por su contenido y estilo capturen la atención y estimulen el debate en la opinión pública, lo que supone elevar la profesionalidad y los conocimientos de nuestros periodistas; si bien es cierto que, a pesar de los acuerdos adoptados por el Partido sobre la política informativa, en la mayoría de las veces ellos no cuentan con el acceso oportuno a la información ni el contacto frecuente con los cuadros y especialistas responsabilizados de las temáticas en cuestión. La suma de estos factores explica la difusión, en no pocas ocasiones, de materiales aburridos, improvisados y superficiales.
“No menos importante será el aporte que nuestros medios de difusión masiva deben propiciar a favor de la cultura nacional y de la recuperación de valores cívicos en la sociedad.”
Lo cierto es que la prensa cubana está todavía lejos de reflejar el país real y no está a la altura de la cultura alcanzada por el pueblo, en particular de su cultura política. El que no se traten suficientemente los problemas del país en los medios no significa que no se traten, se tratan por la población en su actividad comunicativa cotidiana y no pocas veces a partir de informaciones imprecisas y deformadas en el proceso de comunicación.
Parte inseparable de este nuevo proceso de rectificación de la revolución cubana es el propósito de lograr un ejercicio periodístico y comunicacional en general a través de los medios que constituya un elemento democratizador de la vida del país al poner de modo directo en conocimiento de la ciudadanía, sin paternalismos estériles y deformantes, la información a la que tiene pleno derecho, lo que enriquecerá su subjetividad y hará más eficiente su participación.
El partido de todos los cubanos No es condición de la transición socialista la existencia de un solo partido político, como tampoco lo es la existencia de varios. Lo que sí es condición sine qua non es la democracia y la participación, que se realice la voluntad del pueblo, que el pueblo sea sujeto político y que siempre se trabaje para el pueblo.
El debate de los lineamientos confirmó un principio organizativo, ideológico y político para el trabajo del partido de todos los cubanos: si tenemos un solo partido este es el partido de sus militantes y de los demás ciudadanos, es el partido de todo el pueblo. Si alguien contrario a la ideología y los principios políticos del partido y de la revolución socialista emite su criterio con plena libertad en la convocatoria del partido, no podría ser más democrático el proceso, porque ofrece el espacio para todas las opiniones, las revolucionarias y socialistas que han sido mayoritarias en Cuba desde 1959 y para las que no lo son. En el Informe Central al VI Congreso Raúl Castro puso el ejemplo de 45 opiniones libremente expuestas en los debates, encaminadas a permitir la concentración de la propiedad, o sea a rebasar la frontera socialista de la iniciativa privada.
Sería imposible pensar en una sociedad justa y solidaria, si la lógica de su reproducción económica es la de acumular individualmente de manera ilimitada capital y poder. Los defensores de la ideología capitalista aluden que el socialismo es un fracaso inevitable, precisamente porque no da rienda suelta al enriquecimiento individual a costa del trabajo de otros, pero la cultura política
posibilita a las grandes mayorías en Cuba conocer bien y representarse con suficiente claridad las consecuencias de no tener límites a la propiedad privada. Por eso no primaron esos criterios que fueron aislados y minoritarios, sino que fueron mayoría abrumadora los dirigidos a la necesaria e impostergable transformación estructural de la economía y la sociedad cubana dentro de los principios socialistas.
Pero lo fundamental desde el ángulo del trabajo político del partido y de la necesidad de un cambio profundo de mentalidad es lo expresado por Raúl Castro: “…aunque como tendencia existió en general comprensión y apoyo al contenido de los lineamientos, no hubo unanimidad ni mucho menos y eso era precisamente lo que necesitábamos, si de verdad pretendíamos una consulta democrática y seria con el pueblo.”
Unanimidad y falsa unanimidad La unanimidad no es imposible, puede producirse por un determinado lapso de tiempo, en situaciones específicas y sobre aspectos concretos de la vida social, pero la unanimidad no es cotidiana ni permanente, es coyuntural, excepcional.
Lo que es cotidiano es la diferencia de opiniones y el conflicto. Uno de los aspectos del imprescindible cambio de mentalidad radica en ello precisamente: en reconocer las diferencias, el disenso, la diversidad de opiniones y el conflicto, por lo que se requiere desterrar el triunfalismo, la bucólica mentalidad del acomodamiento y la inercia burocrática, la intolerancia ante el criterio diferente, incluso el radicalmente opuesto, y aprender a dialogar, a solucionar las diferencias y los conflictos mediante la negociación que implica reconocernos iguales y no superiores a los demás, en ello precisamente radica la democracia socialista, que en modo alguno pone en peligro la unidad política ni la disciplina ni implica hacer concesiones de principio. Además, todo cuanto se ate o desate en la sociedad cubana tiene que regirse por la constitución socialista del país y por las leyes de la República y el partido debe ser el garante de eso, tal es precisamente su papel fundamental como fuerza rectora
superior de la sociedad cubana.
Quien no esté preparado para ese impostergable cambio de mentalidad estará -como suele decir un amigo- “parado por donde no pasa la guagua”. Las construcción de un Estado socialista de derecho exige un enfoque diferente de la relación individuo - sociedad.
Los pasos en esa dirección ya se han iniciado bajo la orientación de realizar las modificaciones requeridas en el plano legal para acompañar la rectificación en el modelo económico, las que junto con las requeridas en los métodos y estilo de trabajo político, permitirán avanzar en la necesaria articulación eficiente de las cuatro actividades fundamentales en la transición socialista: la socioeconómica, la organizativa, la jurídica normativa y la ideológica política.
Esta articulación dentro de su natural dinámica debe ser lo más armónica posible y desde que el socialismo es una sociedad que se construye conscientemente, constituye tarea del sujeto político velar por viabilizar la pronta adopción de los cambios que se requieran en cada momento, así como preverlos en la medida de lo posible. Eso y no otra cosa significa el llamado del Presidente cubano a “estar alertas, poner los pies y los oídos sobre la tierra.”
Sin temor a los cambios ni a las palabras Solo quien no sea genuinamente revolucionario puede temer a los cambios y a las palabras. La construcción de un Estado socialista de derecho es el correlato político - jurídico natural de los cambios socioeconómicos que entrañan el reconocimiento al papel del mercado y los cambios correspondientes en las características de las relaciones individuo - sociedad. “El Estado -dijo Raúl Castro el 18 de diciembre de 2010- regula sus relaciones con el individuo, pero el Estado no se tiene que meter en nada que sea pretender regular las relaciones entre dos individuos…”.
Esa es precisamente la tarea del Subgrupo Jurídico de la Comisión Permanente de Implementación y desarrollo, el cual, explica Raúl Castro en el Informe Central, “coordinará con los organismos correspondientes, en estricto apego a la institucionalidad, las modificaciones requeridas en el plano legal para acompañar la actualización del Modelo Económico y Social, simplificando y armonizando el contenido de cientos de resoluciones ministeriales, acuerdos del Gobierno, decretos-leyes y leyes y consecuentemente proponer, en su debido momento, la introducción de los ajustes pertinentes en la propia Constitución de la República.”
La relación de lo anterior con el ciudadano como individuo se evidencia en el párrafo siguiente: “Sin esperar a tenerlo todo elaborado, se encuentran en fase avanzada las normativas jurídicas asociadas a la compraventa de viviendas y de automóviles, la modificación del Decreto-Ley 259 para ampliar los límites de tierra ociosa a entregar en usufructo a aquellos productores agropecuarios con resultados destacados, así como el otorgamiento de créditos a los trabajadores por cuenta propia y a la población en general.”
El intercambio de mercancías y la psicología de intercambio de equivalentes que el primero reproduce en la sociedad exige el pleno reconocimiento de la propiedad personal, sin que esta se convierta en capital, en propiedad privada de medios de producción o servicios y de explotación del trabajo ajeno ampliándose al punto de predominar sobre la social, porque ese sería el momento de inflexión que impediría embridar al mercado y mantener el necesario blindaje frente a la presión osmótica del capitalismo circundante, que solo afectaría irremediablemente el sano desenvolvimiento de la sociedad en transición socialista, generando nuevamente su fractura profunda seguida por su absorción y con ello la pérdida de la independencia, de la justicia social conquistadas y de la capacidad de construir un proyecto propio de nación.
Es también la razón por la que no puede hablarse de socialismo sin un nuevo concepto de bienestar que eduque a las personas en el consumo saludable, la solidaridad, el equilibrio interno de la sociedad y de esta con la naturaleza, con el medio ambiente. Lo anterior relata el papel imprescindible de la educación, de los valores, de la ética en la sociedad en transición al socialismo, de la ideología socialista como coraza cultural frente al acoso constante de la ideología capitalista, con sus armas psicológicas, con la tentación consumista, con el individualismo y su engañosa libertad, ahora contando además con un sustrato más favorable en la sociedad cubana al abrirse un espacio mayor a las relaciones mercantiles.
Ese concepto de bienestar no significa ni mucho menos que el disfrute de todos los bienes que la sociedad produce sea igualitario, sino que se refiere esencialmente al rechazo del consumismo y del egoísmo. La sociedad en transición socialista tiene que reconocer el derecho (desigual como todo derecho) de personas con diferentes cualidades, aspiraciones y diferentes aportes a la sociedad a recibir de esta beneficios individuales en proporción correspondiente a su aporte, lo cual implica que los límites a la propiedad individual, personal, no pueden ser delineados burocráticamente, sino que solo pueden estar definidos por el consenso con participación de todos los ciudadanos activos, siempre bajo un principio socialista: es moral todo lo que se recibe como resultado del trabajo honesto, del aporte del ciudadano a la sociedad.
En la transición socialista es moral recibir más si se aporta más. Lo que resulta no solo éticamente inadmisible, sino también económicamente inviable es que no se corresponda el aporte con lo que el ciudadano recibe, sea por encima o por debajo.
Por tal razón, quienes tienen mayor capacidad, mayores responsabilidades y realizan un trabajo de mayor complejidad y requerido de mayores conocimientos, habilidades y experiencia no pueden diferenciarse de los restantes miembros del colectivo por una remuneración exigua, burocráticamente definida y muy por debajo de la importancia y valor real de sus aportes, lo que solo ha traído desmoralización y debilitamiento de la conciencia de la responsabilidad individual, además de desestimular la iniciativa y el deseo de avanzar y desarrollarse y no solo por razones puramente pecuniarias, sino y principalmente éticas.
El cambio de mentalidad exige igualmente un trato individual más consciente de los derechos de participación de la ciudadanía en todos los ámbitos sociales, económicos, políticos y culturales y consecuentemente el rechazo a la visión autoritaria y dogmática que parte de adelantar que todo lo que se diga o postule tiene que ser “naturalmente” entendido y aceptado por el ciudadano.
El mercado tiene aún un papel positivo que jugar en el proceso social, y en mi criterio lo tendrá por mucho tiempo. Será un papel ordenador con el que se identifica la prevaleciente psicología de intercambio de equivalentes. En efecto, en el socialismo se producen mercancías, aunque éstas tienen un signo diferente, están esencialmente marcadas por el plan y existen en el marco de una superestructura socialista vigilante. El intercambio de equivalentes que entraña la relación mercantil es aún necesario y lo será por mucho tiempo, él está en los fundamentos de la existencia del Estado más allá de la necesaria defensa de la soberanía y del espacio nacional en el que existe.
La sociedad en transición socialista es una sociedad donde los méritos juegan un decisivo papel, pero en lo tocante a la distribución del producto social, como tampoco en muchos otros aspectos, estos no pueden depender de decisiones arbitrarias de personas que consideren qué es meritorio y qué no lo es y en función de ello otorgar recompensas. El trabajo y los resultados del trabajo tienen una dimensión que traspasa su significado estrictamente económico, tienen una dimensión moral. Quien tenga mejores resultados porque previó mejor, organizó mejor, planificó mejor y trabajó mejor, debe ser recompensado por el funcionamiento normal del metabolismo socioeconómico de la sociedad en transición socialista al margen de los criterios que cualquier pueda tener al respecto.
Pero no puede reconocerse el mercado y no tener un correlato jurídico en el derecho al incremento de la propiedad personal, siempre que esta sea el producto del trabajo eficiente y honesto, realizado en el marco de las leyes vigentes y aceptado por el consenso popular.
Lo que está ocurriendo en el país es una profunda y necesaria reforma que es revolucionaria por su contenido y proyecciones, porque está dirigida a mantener el rumbo socialista, a separarse de la inercia capitalista.
Disenso, cambio, reforma, conflicto, mercado, Estado de derecho, etc., son palabras que dentro de un lenguaje, una cultura política y una ideología socialistas como lo es la de la revolución cubana cobran un significado propio totalmente diferente al que suelen adjudicarle los medios de prensa al servicio de las transnacionales y que predisponen a no pocos cortos de vista a rechazar los términos y dejárselos como propiedad privada a la ideología capitalista.
El VI congreso y la unidad nacional La construcción del socialismo en Cuba no tiene lugar en condiciones “de laboratorio”, o de aceptación por parte del primer mundo capitalista desarrollado y de los poderes hegemonistas nortecéntricos del derecho del pueblo cubano a tener y mantener el sistema político de su preferencia, plasmado en su constitución. Lo que ocurre es todo lo contrario, medio siglo de transición socialista en Cuba ha sido también la historia de repetidos ataques propagandísticos, psicológicos, políticos, diplomáticos, militares, sabotajes, atentados y una genocida y continuada guerra económica que ha pesado constantemente como freno colosal a la realización de las potencialidades de desarrollo socioeconómico del país. El solo hecho de mantener el rumbo socialista en un mundo predominantemente capitalista es ya una tarea que solo puede asumir un pueblo digno y culto.
La unidad de la nación es y será la garantía de poder enfrentar con todos y para el bien de todos esos enormes desafíos externos, pero también las poderosas fuerzas internas que encarnan los que no tienen interés, deseos ni capacidad para asumir las transformaciones impostergables.
“Estamos convencidos -expresó Raúl Castro- de que lo único que puede hacer fracasar a la Revolución y el socialismo en Cuba, poniendo en riesgo el futuro de la nación, es nuestra incapacidad para superar los errores que hemos cometido durante más de 50 años y los nuevos en que pudiéramos incurrir.”
Claro que todos los interesados en el colapso de la revolución socialista cubana quisieran que Cuba diera la batalla ideológica y política en su terreno y con sus reglas, las mismas que no suelen cumplir, imponiendo como rasero a la sociedad cubana un modelo puro, idílico, de democracia que naturalmente nadie podrá jamás satisfacer.
La defensa de la obra revolucionaria es un deber para con quienes han entregado generosamente sus vidas y para con nosotros mismos, con todo el pueblo, que ha afrontado los peligros, las privaciones, la escasez, ha pasado por todas las pruebas y se ha ganado todos los derechos, a la vez que ha fortalecido su conciencia crítica, su cultura política, su capacidad de vencer.
El VI congreso del Partido Comunista de Cuba, fruto genuino de la participación democrática de la ciudadanía, que logró reconstruir el consenso en la sociedad cubana, fortalecer la unidad en la diversidad y abrir una perspectiva de trabajo y de lucha por el futuro que bien vale la pena asumir; convoca a todos a trabajar por los objetivos propuestos, y especialmente a la juventud que podráencontrar un lugar para fundir sus proyectos individuales de vida con las finalidades de la sociedad en su conjunto. Es la fuerza del consenso, la fuerza de la democracia socialista.